💸💩Conseguir inversión es un mal necesario, no algo que celebrar💩💸

Cuando consigues que un inversor ponga dinero en tu empresa se genera una sensación de éxito, parece que ya has cumplido el objetivo y que el negocio va como un cohete, ya puedes descansar. Sin embargo, de descansar nada, ahora tienes a un socio que espera que cumplas lo que has prometido, él ya ha cumplido su parte.

Además, muchos emprendedores que celebran las rondas como si su bebé (sinónimo de “la empresa” en el lenguaje intenso startapil) hubiese ganado la Eurocopa: van a los periódicos, hacen fiestas, se toman vacaciones, se suben sueldos, etc. Pero también están celebrando, tal vez sin ser conscientes de lo que significa, que a cambio de una suma fija han cedido un porcentaje de TODOS los beneficios futuros que genere el proyecto (dividendos, venta, etc.). A partir de ese momento, de todo lo que gane durante toda su vida tu bebé, tendrá que darle a un porcentaje a una persona que puso algo de dinero en su infancia, aunque el bebé haya cumplido 60 años.

“Ya, eso lo entiendo, pero mi proyecto necesita dinero para arrancar/crecer y yo no lo tengo” (en lenguaje intenso: mi bebé hubiese muerto de hambre sin ese inversor).

Conseguir una ronda no es algo malo en sí mismo, es un mal necesario. La inversión en startups que realizan business angels (BAs), fondos de venture capital (VCs) y otros agentes, es crucial. Esta fuente de financiación permite que emprendedores, sin los recursos necesarios, puedan lanzar proyectos arriesgados que requieren financiación, y que si son exitosos, no sólo benefician a los inversores y al emprendedor, sino a toda la sociedad. Si estos agentes no existieran, eliminaríamos del juego a la mayoría de emprendedores. En este escenario, sin BAs ni VCs, nos quedaríamos sólo con los emprendedores con medios (que vienen de familias ricas o que han conseguido recursos en negocios anteriores), emprendedores que sí podrían invertir su propio capital en lanzar proyectos arriesgados. Todos los demás tendrían que conformarse con proyectos poco arriesgados, con cash flows previsibles que puedan financiar los bancos mediante deuda, o proyectos que no requieran financiación.

Por eso la inversión en startups es necesaria, pero, ¿por qué la catalogo de mal necesario? Es bastante sencillo, para que los inversores tengan incentivos a hacer todo el trabajo y asumir el riesgo que implica invertir en startups, tienen que tener una rentabilidad acorde. El riesgo y esfuerzo asumidos tiene que compensarse con rentabilidad, si no se compensa los inversores no van a querer, y probablemente tampoco poder, seguir invirtiendo en startups. Es decir, la inversión viene unida a unas expectativas, obligaciones y compromisos, que limitan la capacidad de decisión del emprendedor y que le arrebatan un porcentaje de los beneficios futuros del proyecto. Tras la inversión, el emprendedor tendrá más dinero en el banco y más posibilidadespero será menos libre de decidir sobre el futuro del proyecto y deberá dar un porcentaje de todo lo que genere con su trabajo.

Este último punto puede parecer poco importante, pero créeme que no lo es. Están muy extendidas las expresiones del tipo “el 100% de cero es cero” o “mejor tener el 50% de 1M € que el 100% de 100.000 €”. Matemáticamente, estas expresiones son correctas, pero asumen una creación mágica de valor simplemente por el mero hecho de que entre dinero en la empresa. Si metes 100.000 € en la empresa, mientras no te los gastes, la empresa debería valer exactamente 100.000 € más, pero tu parte (que ya no es el 100%) debería valer exactamente lo mismo.

El valor extra se crea, o se destruye, dependiendo del uso que hagas de ese dinero, es decir, en la ejecución del plan. Si eres capaz de crear mucho más valor que 100.000 €, habrás conseguido que la parte que te corresponde de la empresa valga más. Sin embargo, si lo gastas sin conseguir nada y el negocio acaba exactamente donde estaba habrás destruido valor, al menos los 100.000 €, y probablemente parte del resto del valor de la empresa. Tu empresa valdrá menos que antes de recibir la ronda y además el porcentaje que te toca a ti ya no es el 100%.

Si las cosas van mal y cierras, en una startup donde normalmente no hay activos que liquidar y si hay cuentas pendientes de pagar, realmente te da igual tener el 50% o el 100%, no te vas a llevar nada en ningún caso. Si eres administrador y no has hecho las cosas bien, igual si te llevas una sorpresa desagradable, pero eso lo veremos en otro post.

Sin embargo, créeme que si consigues que tu empresa valga millones te vas a arrepentir de todo el porcentaje que cediste a cambio de “cosas” que no eran estrictamente necesarias para llegar a donde estás ahora. El 3% que diste a aquel mentor con el que hiciste 10 reuniones de una hora, de repente vale 300.000 €, las reuniones más caras de la historia. Enhorabuena, acabas de entrar al hall de la fama con Laszlo Hanyecz, que compró dos pizzas por 10.000 bitcoins en 2010. Aquella ronda de 20.000 € para hacer marketing en Instagram (por qué no te apetecía salir a vender a ti) y por la que diste el 10% de la empresa, te ha costado 1 millón de euros, si quieres pueden calcular el CAC (Coste de Adquisición de Cliente).

Por eso, yo siempre abogo por analizar muy bien en que se van a usar los fondos, entender si es imprescindible llevar a cabo esas acciones, y si no hay otra forma más barata de conseguir el mismo resultado o el dinero. Si la inversión es imprescindible y requiere captar inversores, entonces no te queda otra que llevarla a cabo y ampliar capital. En ese caso, cuando mires atrás, pensarás que la campaña de marketing en Instagram que te permitió llegar a donde estás, ha conseguido que tu 90% valga 9 millones de euros, un buen uso de los 20.000 €.

Esta forma de pensar, también limitará las opciones de que llegues al punto de sentirte desmotivado, algo que horroriza a los inversores porque se generan incentivos muy perversos. Si acabas teniendo muy poco porcentaje, y gran parte de ese porcentaje lo has cedido en cosas innecesarias o que no han aportado valor, puedes llegar a pensar, “yo trabajo como un loco el 100% de mi tiempo para llevarme el 20% de lo que genere, y entrego el 80% a esta gente que me puso dinero en su día”. Si llegas a este punto es muy probable que sea demasiado tarde para el negocio y para ti como fundador.

En este post no hemos hablado de la segunda parte de la ecuación, que es la pérdida de libertad. Tras la ronda tienes al menos otro socio con voz y voto (e incluso veto) en las decisiones del negocio, socio al que además tienes que reportar. Esta relación daría para un libro. Depende del inversor puede ser algo irrelevante; ser una experiencia grata para el emprendedor si cuenta con el apoyo de alguien que respeta y del que aprender; y en raras ocasiones puede ser un infierno si el inversor cree que sabe más que tú, no te respeta, te desenfoca, sólo protege su interés a costa de los demás y no te permite hacer tu trabajo. Esto lo comentaremos en otro post y si no te lo quieres perder apúntate a la newsletter si todavía no lo has hecho.

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